El 2012 trae a Cuba al Papa Benedicto XVI, que llegará a Santiago el 26 de marzo, en vísperas de la Semana Santa. Su visita coincide con la celebración de los 400 años de la aparición en la bahía de Nipe, de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. De esta forma la Iglesia Católica convoca a una ceremonia donde estarán presente la disidencia que reclama las libertades individuales y los agentes que las reprimen, las victimas y los verdugos, la luz de la fe en la virgen milagrosa y la sombra de Raúl Castro, que gobierna un marxismo muerto sin sepultura.
Nadie dude que en esa luminosa liturgia habrá de todo pero este acto perdería su esencia moral si no logramos que sea también un reconocimiento a la dignidad de la mujer cubana simbolizada en las Damas de Blanco, que a lo largo y ancho de la isla han hecho de las iglesias de Cuba un santuario de libertad. De esta forma, el Santo Padre junto a las Damas de Blanco podrán elevar una oración a la Virgen en tributo a la memoria de Laura Pollán, mártir de la heroica resistencia de la mujer cubana. Pidámosle a Benedicto XVI que reciba a las Damas de Blanco.
Históricamente, esta es la segunda visita de un Papa a la patria de Martí. En enero 21-25, 1998, Juan Pablo II llevó su mensaje de esperanza a varias ciudades de la isla y fue precisamente en Santiago de Cuba donde el arzobispo Pedro Maurice le dio la bienvenida y en presencia de Raúl Castro, le presentó al Santo Padre la Cuba profunda que sufre y sueña con la libertad. El Arzobispo humilde y valiente dijo: “Le presento el alma de una nación como una diadema de realidades, sufrimientos, alegrías y esperanza… la nación vive aquí y en la diáspora. El cubano sufre y espera aquí y también sufre, vive y espera en la diáspora”.
Habló de todos aquellos cubanos: “que no han podido optar y desarrollar un proyecto de vida”. Y con el coraje de un sabio santo que señala errores y predica con el ejemplo le dijo a Juan Pablo II: “Le presento además al grupo de cubanos que han confundido la Patria con un partido… y la cultura con una ideología”. Raúl Castro, atento y callado, tenía en el rostro la terrible mirada de su legendaria crueldad.
Juan Pablo II, profundamente emocionado, respondió con la certeza de quien había sufrido por sus ideales y su fe religiosa. En su voz vibraba la heroica Polonia y con palabras cargadas de devoción habló a los cubanos del dolor del cuerpo y del alma. Del sufrimiento de los perseguidos y encarcelados por razones de sus creencias y alentó a defender el derecho de los ciudadanos a participar en el debate público.
A la hora de partir, como el que conoce y lleva heridas de tiranos, se despidió de Cuba con un llamado a la dignidad nacional. Juan Pablo II dijo: “la Iglesia llama a todos para hacer de la fe la realidad de sus vidas… y alcanzar la verdadera libertad que incluye el respeto a los derechos humanos y la justicia social”.
Han pasado cerca de 14 años desde la visita de Juan Pablo II. En la tribuna del recibimiento a Benedicto XVI habrá notables ausentes. Santiago de Cuba lloró la muerte de su amado arzobispo, Pedro Maurice. El Papa de desbordante personalidad y evangelio santo murió fiel a la prédica de ese Jesús que nos dijo “la verdad les hará libres” y Fidel Castro alucina medio muerto junto al cadáver de su revolución.
Presentes en las calles de Cuba hay cientos de jóvenes que reclaman libertad. Luchan pacíficamente armados con computadoras, teléfonos celulares, guitarras y mucha dignidad. Bertha Soler, Yoani Sánchez, Sara Marta Fonseca, Ivonne Malleza, Tania Maldonado, Rosario Morales, Mercedes García, Jorge L. Pérez “Antúnez”, José Daniel Ferrer, Angel Moya, Oscar Elías Biscet y Gorki Aguila son la esencia de la Cuba Nueva, de la Cuba joven, indómita y rebelde.
La visita de Karol Wojtyla a Polonia en 1979, investido como el Papa Juan Pablo II sirvió para galvanizar a los indignados que reclamaban sus libertades ciudadanas, generando una intensa movilización que culminó en una gigantesca concentración popular de más de medio millón de personas. Así fue como el pueblo polaco cobró conciencia de su poder real de que eran muchos frente a un régimen de pocos, irremediablemente fracasado.
Es fascinante ver como en ciudades diferentes de Cuba y en el exilio, la gente parece tener la misma idea, sobre el mismo tema de libertad, al mismo tiempo. No es posible continuar la farsa de la revolución. La visita del Papa ofrece una histórica oportunidad para reunir medio millón de cubanos en la liturgia de la Plaza Cívica junto al altar donde se celebrará el ofertorio a la Virgen de la Caridad del Cobre y así con una presencia masiva dar inicio a los funerales del marxismo en Cuba. Llegó la hora de la redención de las libertades individuales y será allí donde la Patria y la Fe podrán escribir una épica de esperanza.
Pedro Roig es asesor principal del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami.
(*) Por Pedro Roig.
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