miércoles, 15 de agosto de 2012

"Jinetear" ya es parte de la cultura nacional. (*)

Si algo han aprendido muchos cubanos en los últimos 53 años, es a pedir y lamentarse de su mala suerte. Ordeñar como si fueran vacas a extranjeros, parientes o amigos emigrados forma parte de las reglas de juego. Casi un estilo de vida.

Jinetear no es solo prostituirse por 20 dólares la noche. Es cierto que jineteras y pingueros han puesto a Cuba en el mapa del turismo sexual.

La cifra de turistas que viajan a la isla detrás de las nalgas de una mulata o el pene de un negro no aparecen en los anuarios estadísticos estatales. Pero créanme, son bastante. Estamos aún lejos de ser Tailandia o Brasil, pero vamos tras sus pasos. Muchos negocios mixtos con extranjeros nacen después de una noche fogosa en la cama.

No son pocos los inversionistas foráneos que están casados con cubanas o liados con alguna jinetera espectacular que le ha montado una historia de amor digna de un guión cinematográfico.

Cuando un europeo tiene relaciones sentimentales con una cubana, en confianza le pregunta a sus amigos: “¿Tú crees que sea jinetera?” Y es que jineteras no solamente son las mulatas de minifaldas cortísimas que te hacen propuestas cuando caminas por el malecón.

No. También en Cuba existe una legión de jóvenes con dotes de actrices, que cuando pescan un “yuma” elaboran un drama amoroso al estilo de Corín Tellado. Su finalidad es escapar. No importa cuán lejos.

Da igual Helsinki, Ottawa o Montevideo. Si es una ciudad estadounidense, bingo. En la lista no entran Puerto Príncipe ni Kabul. Jinetear se ha convertido en la principal herramienta de un gran número de jóvenes cubanos para poder emigrar legalmente.

Pero el jineteo en Cuba es más que sexo. En sus inicios, quienes jineteaban eran los hombres. El verbo jinetear nació a mediados de los 80, y se refería a aquéllos que se dedicaban a la compra y venta de dólares en las calles, un ‘bisne’ entonces ilegal.

En esa época, los jineteros cazaban a los turistas fuera de los hoteles para proponerles cambios de moneda a mejor precio que el ofrecido por el gobierno. Si la policía te pillaba, ibas cuatro años tras las rejas. Jinetear con divisas era un negocio suculento.

“Recuerdo que compraba los dólares a 4 pesos. Luego a un estudiante africano le pagaba un dólar por cada dos que yo le daba, y éste me adquiría pacotillas: pitusas, zapatillas, camisas ‘bacterias’ o shorts reversibles en tiendas para técnicos extranjeros. Las ganancias eran descomunales. Uno compraba un par de zapatillas Cast en 2 dólares (8 pesos) y las vendía en 120 pesos”, evoca Jorge, un jinetero ya ‘jubilado’.

Cuando en 1993 Fidel Castro despenalizó el dólar, la palabra jinetera acabó colgada en las despampanantes muchachas que se prostituían, primero en los barrios habaneros y el resto de las provincias después.

Actualmente, debido a la dura competencia de las prostitutas, las jineteras se han ido desvalorizando. Si en los 90 una jinetera solo iba a la cama con alguien que tuviese pasaporte, y no por menos de 100 dólares la noche, hoy ya son tantas, que la escala de precios abarca todos los gustos y bolsillos.

Existen jineteras en moneda dura y en pesos cubanos. Las hay de 15 años y de 40 o más. Desde las que cobran 40 cuc, hasta guajiritas apeadas la noche anterior del tren procedente de Santiago o Guantánamo, que se ofertan por 80 pesos. O menos.

También ahora jinetean chicos que se pasan seis horas haciendo pesas en un gimnasio particular. Travestis que madrugan por las avenidas. Y gays orgullosos de los nuevos aires que corren y suelen hacer sexo oral en escaleras oscuras de la ciudad.

El verbo jinetear llegó para quedarse. Y va más allá. Se utiliza cuando alguien se aprovecha de una persona con dinero y se le pega como una lapa para que lo invite almorzar o le pague unas cervezas.

En aquellos centros de trabajo donde es posible viajar al extranjero, jinetear consiste en “trabajarle fino” al tipo que da luz verde para ‘fastear’ (viajar). Si el jefe es intransigente, se le hace una brujería. Si es ‘fácil’, le ofrecen regalos y promesas de compartir con él una parte del dinero asignado. Todo con tal de que tu nombre aparezca en la lista de candidatos del viaje a China.

En ocasiones se jinetea a la propia familia. Se acercan los 15 de la hija o las vacaciones están al doblar de la esquina y se quiere pasar un fin de semana en un hotel. Como los familiares viven lejos, los llaman a cobro revertido o les envían emails. De poco valen los sermones del pariente, de que la crisis económica es real y no es un invento del Granma. Después de la descarga, el jineteo sigue en pie: “Mira a ver si puedes mandar algo, hazlo por tu sobrina que este año termina la secundaria”.

Jinetear ya forma parte de la cultura nacional. Se ha convertido en un ‘deporte’, como tomar ron con los socios o jugar dominó en las esquinas. Pero los reyes del jineteo son los gobernantes.

Ellos inventaron la fórmula. Desde que Fidel Castro cambió de alianza en 1961 y se comprometió con el comunismo ruso, los mandarines criollos tienen un doctorado a la hora de pedir. En aquel tiempo, armas y aviones Mig-21, sin pagar un duro. La promesa de ponérsela fea a los yanquis, bastaba para enamorar a los ‘bolos’.

Como el socialismo es un sistema ineficiente por antonomasia, al socio soviético -al margen del petróleo, que llegaba por tuberías- frecuentemente se le hacían peticiones. Camiones, tractores, autos, maquinarias textiles, televisores en blanco y negro, compotas de manzana, latas de carne, préstamos monetarios... De todo.

Pagar nunca estuvo en los planes del jinetero mayor. Hoy a la extinta URSS le debemos más de 20 mil millones de rublos. Con China se intenta, pero los ‘narras’ son duros de pelar.

Ahora sólo queda Hugo Chávez, quien cayó como un chorlito en el jamo de Fidel Castro. Los que más poder tienen en Cuba, todas las noches rezan para que el hombre fuerte de Caracas no muera de cáncer y gane las elecciones el próximo mes de octubre.

Por si llegan malas noticias de Venezuela, ya se ha empezado a jinetear con cubano-americanos acaudalados. ¿Qué algunos académicos formados en los clásicos del marxismo y emigrados que no olvidan que una vez fueron tildados de ‘escoria’ se puedan resistir?

Es un riesgo menor. Se apartan de un manotazo y se pacta con los cubanos más ricos. Los expertos en la cultura del jineteo cambian el discurso con la misma facilidad que una chica de blumer.

Al final, afirman, todos somos cubanos. Aunque eso no les ha impedido hacer caja con el ‘impuesto revolucionario’ a las remesas giradas por los compatriotas residentes en los Estados Unidos.

A estas alturas, los Castro se van de fiesta con cualquiera, mientras legitimen su poder político. Pasar cepillo es un mérito innegable del régimen. A la hora de jinetear, tienen el número uno.


(*) Por Iván García.


    

No hay comentarios:

Publicar un comentario