viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Revolución?

La élite comunista se proclama a sí misma como “la clase dirigente de la sociedad cubana”, predestinada a dirigir los destinos de Cuba para siempre. A tal efecto, muy temprano se afiliaron los Castro al marxismo-leninismo, la línea política que mejor les podía garantizar su eterna permanencia en el poder.


Desde antes de proclamarse marxista-leninista, Fidel Castro había bautizado como “revolución” a su proyecto bélico-político. Luego del triunfo, con el transcurso de los años, la “revolución” se transformó en un concepto eterno, intangible, socialmente omnipresente y políticamente omnipotente. Gradualmente, los cubanos fueron perdiendo los conceptos de nación, patria, estado, gobierno, e inclusive socialismo. Sólo existía la “revolución”, concepto eterno que lo abarcaba y justificaba todo.

Por definición, una revolución no puede ser eterna. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española da las siguientes definiciones de la palabra: Acción y efecto de revolver o revolverse. Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación. Inquietud, alboroto, sedición. Cambio rápido y profundo en cualquier cosa.

Aunque desde 1959 muchos han cuestionado la validez de llamar “revolución” al proyecto político de Castro y sus seguidores, el uso del término podría ser válido hasta 1976, año en que se aprobó la Constitución Socialista, que institucionalizó la dictadura.

Ciertamente, sin detenernos a juzgar sus resultados, ni su legalidad, es evidente que durante el periodo comprendido entre 1959 y 1976, se implementaron en Cuba profundas transformaciones sociales, políticas y económicas, que podrían alinearse con la característica esencial de una revolución: los cambios “rápidos y profundos”.

Algo muy diferente puede decirse de lo ocurrido en los 35 años posteriores, durante los cuales no se han producido verdaderos cambios. Las políticas seguidas por Fidel Castro durante las últimas tres décadas en que ejerció el poder absoluto, se caracterizaron por su aferramiento al inmovilismo y su atrincheramiento en las ideas prevalecientes durante la Guerra Fría.

Es precisamente en este periodo cuando se afianza el conservadurismo ortodoxo que desde entonces ha caracterizado la política seguida por el liderazgo cubano, lo que arroja serias dudas sobre si el proyecto castrista continua siendo “revolucionario”.

Si se acepta que el término revolución implica inevitablemente transformación, entonces puede afirmarse que los gobernantes cubanos son desde hace más de tres décadas, cualquier cosa menos revolucionarios. Más bien clasificarían como reaccionarios, que según el mismo diccionario significa: Opuesto a las innovaciones.

Paradójicamente, la ideología conservadora tradicional se caracteriza por la defensa de los valores familiares, la conservación de las tradiciones patrióticas y de las libertades religiosas; prácticas completamente alejadas de la línea política seguida por el castrismo. Como punto de encuentro se puede señalar la cautela y el recelo con que, tanto los conservadores tradicionales como los conservadores castristas enfrentan la posibilidad de que se produzcan cambios que puedan alterar el orden social establecido.

Definitivamente los gobernantes cubanos hace ya mucho tiempo que dejaron de ser revolucionarios. Son esencialmente reaccionarios.

FUENTE: cubanet.org

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