miércoles, 19 de octubre de 2011

La Dama y el Gladiolo.

Sin dudas que los veci­nos de Laura Pollan, se que­da­ron muy impre­sio­na­dos cuando se per­ca­ta­ron del arrojo y la cons­tan­cia de aque­lla dis­creta maes­tra de escuela que fue capaz de asu­mir un lide­razgo muy par­ti­cu­lar cuando su esposo, Héc­tor Maseda, fue a prisión.

Su soli­da­ri­dad y coraje para deman­dar los dere­chos de su marido pri­mero y de los com­pa­ñe­ros de este des­pués, debie­ron haber pro­vo­cado una con­mo­ción en quie­nes la cono­cían, por­que Laura no se cir­cuns­cri­bió al res­paldo moral y mate­rial que la mayo­ría de las espo­sas y madres cuba­nas han pres­tado a sus fami­lia­res en prisión.

Laura enten­dió que la mejor forma de enfren­tar la cár­cel y el ais­la­miento ciu­da­dano que pro­voca la repre­sión social con­tra todo el qué enfrenta el sis­tema cubano, era unirse por el amor y el com­pro­miso con­traído, con el ser que­rido encarcelado.

Su casa se trans­formó en un cuar­tel de la liber­tad, no para cons­pi­rar, sino para com­par­tir car­tas, noti­cias de los mari­dos y fami­lia­res en pri­sión, las rique­zas espi­ri­tua­les de todos y las mise­rias mate­ria­les en las que la dic­ta­dura ha sumido el país.

Ella enten­dió nece­sa­rio que la soli­da­ri­dad debía ser activa para demos­trar la cruel­dad de régi­men, y a la vez decir­les públi­ca­mente a aque­llos que no que­rían ver y escu­char, que eran cóm­pli­ces por omi­sión o par­ti­ci­pa­ción de una injusticia.

Laura con la asis­ten­cia de otras muje­res muy nota­bles, Berta Soler y Yolanda Huerga, entre otras, tuvo la habi­li­dad de nuclear en torno a un pro­yecto de soli­da­ri­dad humana, aso­ciado a un com­pro­miso ético, y en un crudo entorno repre­sivo, un sím­bolo, Las Damas de Blanco, que ha sido el más efi­ciente de los ins­tru­men­tos cívi­cos en la denun­cia de la cruel­dad extrema del tota­li­ta­rismo cubano.

Ese grupo de muje­res que Laura ins­piró, la mayo­ría no se cono­cían y solo tenían en común que sus espo­sos y fami­lia­res habían sido arres­ta­dos en la Pri­ma­vera Negra del 2003, en un cons­tante bata­llar por sus dere­chos, tras­cen­die­ron el suceso que había moti­vado su fundación.

La oleada repre­siva del 2003 y el fusi­la­miento de tres jóve­nes causó al régi­men de los Cas­tro, serios daños en la opi­nión pública inter­na­cio­nal, pero la cons­ti­tu­ción de las Damas de Blanco y su gesta con­ti­nua y diá­fana, le ha impuesto al ciu­da­dano la cer­teza que tras los muros del cas­trismo se puede resis­tir y deman­dar los dere­chos que le han sido conculcados.

El legado de Pollan es inva­lua­ble a par­tir del momento que deci­dió ejer­cer su magis­te­rio en las calles de La Habana, junto a sus com­pa­ñe­ras, enfren­tando las dia­bó­li­cas tur­bas del cas­trismo solo con un gla­diolo rosado.

La bru­ta­li­dad repre­siva nunca la inti­midó. En las calles, durante sus cami­na­tas por la Quinta Ave­nida u otras vías capi­ta­li­nas, su dig­ni­dad enfren­taba la vesa­nia de los esbi­rros que la atacaban.

Junto a sus com­pa­ñe­ras hizo gala de un coraje firme, tanto en la igle­sia de Santa Rita o en su casa, las veces que ésta fue rodeada por hom­bres y muje­res que como lobos, al grito de “Mache­tes que son poqui­tas”, que­rían devo­rar a las valien­tes muje­res como si fue­ran corderos.

Aun en los momen­tos más crí­ti­cos, en los que la repre­sión mos­traba su ros­tro más bru­tal, no per­dió su hablar pau­sado. Sin gri­tos y aspa­vien­tos, sólo con la con­sis­ten­cia de sus pala­bras, tras­mi­tía una sere­ni­dad que unida a la fir­meza de sus con­vic­cio­nes ense­ñaba que si los dere­chos no eran reco­no­ci­dos por las auto­ri­da­des, era un deber deman­dar­los. Esa con­ducta y magis­te­rio la han situado en la posi­ción de honor que ya ocupa en la his­to­ria de Cuba.

Laura impulsó un iné­dito diá­logo entre la Igle­sia Cató­lica Cubana y la dic­ta­dura. Logró que dece­nas de pre­sos fue­ran libe­ra­dos por medio de una rela­ción iné­dita entre el gobierno y la iglesia.

Más allá de las muchas inte­rro­gan­tes que deja la enfer­me­dad y muerte de Laura Pollan solo queda la con­clu­sión que su deceso única­mente favo­rece a la dic­ta­dura. Otro enigma es su sepe­lio. Breve, rápido, una cre­ma­ción expedita.

La muerte de Laura fue seguida por una ola de arres­tos en varias ciu­da­des cuba­nas. La dic­ta­dura reco­no­cía el peli­gro que repre­sen­taba aun des­pués de ser cadá­ver. Esta­ban cons­cien­tes que la mujer había des­a­pa­re­cido, pero que para la opo­si­ción sur­gía un nuevo refe­rente, otro valor ético sobre el cual con­ti­nuar sus demandas.

La obra de la Dama del Gla­diolo, es un hito en este largo pro­ceso de lucha con­tra el tota­li­ta­rismo, por eso ha dejado una hue­lla muy par­ti­cu­lar en nues­tra his­to­ria con­tem­po­rá­nea, espe­cí­fi­ca­mente en lo que con­cierne a la lucha por la demanda de los dere­chos ciu­da­da­nos bajo el totalitarismo.

Por Pedro Corzo - Periodista de Radio Martí

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