sábado, 7 de mayo de 2011

Cuba: El por qué de los silencios de Fidel Castro. (*)


(*) Por Dayi Sedano, Internacionalista colombiana
La única sorpresa que dejó el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), finalizado recientemente, fue que Fidel Castro no abrió su boca. Lo demás, fueron paliativas a las que cada tanto apela el Castrismo para mantener la dinámica de poder del gobierno totalitario y apaciguar la pérdida de credibilidad de la mano de malos indicadores de bienestar social, falta de libertades y violación de derechos fundamentales.
La aparición de Fidel Castro en la clausura del VI Congreso del PCC, despertó muchas emociones y estruendosos aplausos. No obstante, aquel hombre en silencio, por incapacidad o por cuidado, sólo aguardó a que Raúl, su hermano, magnificara su presencia argumentando que “Fidel es Fidel y no precisa de cargo alguno para ocupar siempre un lugar en la historia, en el presente y en el futuro de la nación cubana”.
Raúl Castro, heredero del gobierno y elegido Primer Secretario del Comité Central del PCC, expuso la obligación de modificar la mentalidad del partido atada a los mismos dogmas y criterios obsoletos, la necesidad de una reforma económica, el tránsito hacia un sistema descentralizado, y el reordenamiento sustentable y organizado de los servicios sociales.
Entre las “reformas” aprobadas están: la renovación y limitación de cargos partidistas y administrativos por 5 años con la opción de ser reelegidos sólo por dos periodos, ajuste del número de empleados públicos, reducción de gastos sociales (eliminación paulatina de subsidios tales como la libreta de racionamiento), estímulo a la iniciativa privada y al trabajo por cuenta propia. Además, se incluyen medidas aperturistas que contemplan tendencias de mercado tales como la autorización de compra-venta de autos y casas, la ampliación de los límites de tierras ociosas del Estado que puedan entregarse a campesinos y productores privados, el impulso para atraer la inversión extranjera en sectores claves como el turismo y desregulación del sector financiero que permitirá a los bancos conceder créditos.
Los flagelos
1. De acuerdo a la prensa oficial, las propuestas de reforma fueron recopiladas tras un supuesto “diálogo serio y transparente” entre los 61 núcleos de discusión del partido único y la población. Sin embargo, este Congreso no sólo omitió que el 78% de los cubanos están a favor de una democracia real con elecciones libres y múltiples partidos políticos[1]; sino que entre las 311 reformas que fueron debatidas, ninguna contempló temas como el respeto de los derechos individuales, la libertad de expresión y de asociación, la eliminación de las restricciones para salir de la isla, la despenalización de la emigración con la confiscación de bienes y la liberación del acceso a Tecnologías Informáticas y de Comunicaciones (TIC’s).
En ese sentido, cabe mencionar que Cuba es uno de 10 principales países opresores de Internet[2] y el entorno más represivo para las TIC’s[3]. Allí son violados los derechos del usuario al limitar el contenido, obstaculizar, censurar y restringir el acceso a la red. Sólo una pequeña parte de la población puede utilizar el Internet en casa y la otra gran mayoría debe acudir a puntos públicos de acceso controlados y vigilados por el régimen. Pese a la política de desinformación del gobierno totalitario y las detenciones arbitrarias que sufren quienes manifiestan un pensamiento distinto; la comunidad de bloggeros y periodistas independientes han logrado recibir noticias, expresar opiniones y divulgar información sobre las condiciones de su país, a través de diferentes herramientas.
2. El debate suscita interrogantes sobre la manera cómo se llevarán a cabo los cambios, por ejemplo, en materia de la propiedad privada individual. En Cuba las casas son “propiedad del Estado socialista”. Así se entiende entonces el derecho de disfrutar de una vivienda, asignada por una Asamblea de Distribución, a un propietario y su familia, sin pago alguno, que se puede heredar pero en ningún caso puede convertirse en un mecanismo de enriquecimiento ni de explotación. Hasta ahora, el régimen les ha permitido a los cubanos el intercambio de casas en las que residen a través de un sistema de “permutas”; obviando el papel del contrato y las garantías jurídicas necesarias para avanzar hacia un sistema que respete los derechos de propiedad.
3. Los intentos por modernizar la economía cubana con medidas como: recortar las planillas públicas, unificar las dos monedas (peso nacional – CUP y peso convertible CUC), ampliar las obligaciones tributarias entre la población y expandir el sector privado; no modifican el hecho de que el Estado dirige y controla los medios fundamentales de producción y el comercio exterior. Además, las condiciones para el mercado son desfavorables y Cuba no goza de la confianza de la comunidad internacional porque no existen regulaciones transparentes, el régimen discrimina el capital de acuerdo a su origen y elimina la competencia[4].
Así las cosas, el escenario económico parece moverse entre un sistema socialista remendado y un capitalismo sin mercado. Eliminar los subsidios, que durante años han sido camisas de fuerza para mantener la “igualdad social”, no garantiza la estabilidad o la prosperidad de una nación descapitalizada e improductiva, con alto costo de vida, bajos índices de calidad de educación y salud, empresas –estatales- ineficientes, y desprovista de instituciones, estructuras y tecnologías para fomentar la inversión y el ahorro y subsanar la corrupción.
4. El anuncio de que no hay una reserva de sustitutos dignos causa extrañeza, ya que según la Constitución, “el Estado promueve la participación activa de las masas juveniles en las tareas de la edificación socialista y prepara adecuadamente a los jóvenes como ciudadanos conscientes y capaces de asumir responsabilidades”. Estas declaraciones apoyan la ineficiencia de un modelo sustentado en unos caudillos que no tienen la intención de  renunciar al poder por elección, su inhabilidad por mejorar el método y discurso, la torpeza de que los dirigentes surgen por imposición y el peligro que representa para ellos el relevo.
Fidel Castro, el dictador que en nombre de una revolución que lleva 52 años ha usado y abusado del aparato estatal para preservar su propia libertad, ha violado los derechos humanos, extorsionado, hostigado, encarcelado y asesinado a quienes se atreven a contradecir al régimen, y ha culpado de todos los males de la isla a enemigos imaginarios, al “imperialismo yanqui” y al “embargo de los Estados Unidos”. En esa medida, el surgimiento de nuevos líderes, independientemente de su edad e ideología política, pudiese derivar en actores con autoridad moral y propuestas alternativas, capaces de generar una nueva nación, una generación libre y por qué no, una historia diferente y mejor.

Todos estos cuestionamientos a los elementos de “transformación y modernización” retomados con cierta temporalidad para conservar lealtades y exonerar culpas, sumados a un proceso revolucionario decadente, una nación pobre, una sociedad fatigada ideológicamente, un hermano menor en su reemplazo, y el inevitable cansancio de los años, no sólo oficializan su retirada del poder, también explican bastante el por qué de los silencios de Fidel.

Fuente: HACER

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